Parejas divididas ante el coronavirus
Pilita Clark
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Pilita Clark
He vivido con el mismo hombre durante más de un cuarto de siglo.
Cuando éramos más jóvenes y teníamos más energía, discutíamos tanto que nuestros amigos nos llamaban George y Martha, la pareja combativa en “¿Quién teme a Virginia Woolf?”.
La edad nos ha suavizado y durante años hemos estado de acuerdo con respecto a todos los problemas más apremiantes: el Brexit, el cambio climático, Donald Trump, el último iPhone.
Entonces llegó el coronavirus. Al igual que muchas otras personas, hemos descubierto que estamos en diferentes lados de una línea divisoria que nunca supimos que existía. Ante una pandemia aterradora, nos estamos comportando de forma muy diferente.
Hace dos semanas, a medida que el brote se estaba acelerando, visitamos a nuestras familias en Australia. Uno de nosotros se dedicó a leer obsesivamente sobre el virus, recogiendo el teléfono durante la noche para rastrear su avance y saltando de la cama cada mañana para ver las noticias de televisión. Yo era esa persona.
Mi otra mitad, también periodista, estaba siguiendo los serios acontecimientos y enviando mensajes de texto a nuestros amigos encerrados en Italia. Pero también estaba durmiendo profundamente toda la noche, sorprendido por mi creciente ansiedad por las confusas respuestas del gobierno al brote tanto en Australia como en nuestro hogar adoptivo de Reino Unido.
Cuando le dije que iba a tratar de comprar mascarillas en Melbourne para el vuelo a casa, me miró como si hubiera dicho que pensaba subirme al avión en un traje espacial.
Cuando leí que la tasa de divorcios en una provincia de China, el primer país en entrar en cierre, se había disparado cuando las parejas en cuarentena finalmente fueron liberadas, no me sorprendió que un funcionario culpara a todas las semanas de confinamiento por el incremento. Claramente, el potencial para batallas matrimoniales era ilimitado. “¡Sólo te lavaste las manos durante cinco segundos!” “¡Tu mascarilla está al revés!” “¿De verdad estás tratando de morirte?”
Entonces, ¿por qué estamos reaccionando de formas tan diferentes? ¿Qué dice sobre cada uno de nosotros?
Algunos expertos en comportamiento piensan que nuestras respuestas a las crisis están determinadas principalmente por la experiencia. Si hemos vivido traumas o nos hemos entrenado para sobrevivir a emergencias, es probable que seamos más tranquilos y racionales.
Mi compañero ha cubierto muchos más conflictos y guerras que yo. Le han enseñado a sobrevivir al secuestro en cursos de capacitación en entornos hostiles, lo cual fue muy útil cuando fue arrestado en la segunda guerra de Irak.
¿Eso explica la diferencia? Las experiencias de otras parejas ante el coronavirus sugieren que no es así. Al menos un compañero de trabajo que conozco es un excorresponsal de guerra cuya esposa sigue diciéndole que se debe tranquilizar. Otro compañero, muy preocupado, trabaja en atención de emergencias.
El club de los preocupados también es difícil de definir. Al principio pensé que éramos una tribu de ideas afines, cuyos integrantes estábamos unidos en nuestro temor a la ruina fiscal o la destrucción planetaria.
Luego descubrí que una de las primeras personas en Londres en expresar abiertamente mis temores acerca de la incompetencia oficial fue Nigel Farage, el líder del Partido Brexit.
Me gusta pensar que hay un beneficio evolutivo en la división entre los asustadizos y los tranquilos: los humanos seguramente funcionamos mejor cuando la mitad de nosotros estamos preocupados por los peligros ocultos y los demás están dormidos en sus sillas.
Mientras tanto, una afición inesperada por los videos de Twitter (por ejemplo, perros arrojándose en grandes montones de hojas) me ha llevado a este consejo para cualquier otra pareja que se enfrente a semanas de cohabitación forzada desde lados opuestos de la división del coronavirus.
“Siento que hay algunos individuos que están completamente enloquecidos debido a la crisis y algunas personas que piensan que todo es exagerado y que no tenemos nada de qué preocuparnos”, dijo el comediante y actor Kumail Nanjiani.
“Mi consejo para los primeros: dejen de leer las constantes actualizaciones. Saben lo que deben hacer para mantenerse a salvo. Autocuidado. Para los segundos: comiencen a leer las constantes actualizaciones”.